Sobre Día del Locutor en México
La idea de los “días” nacionales o internacionales tienen que ver con la reflexión y visibilidad de la problemática y relevancia que cada tema implica.
Pues en este Día del Locutor creo que es propicio reflexionar sobre el alcance que tienen las opiniones que las personas que hablan en los medios y los retos que tienen ante sí quienes se ocupan en esta importante y pública actividad.
A veces, cuesta trabajo conocer las motivaciones que, tras bambalinas, dirigen el discurso de los comunicadores que tienen un micrófono. Es conocimiento básico y generalizado que, como negocios, los medios de comunicación persiguen un fin comercial y todo lo que eso conlleva en la selección y enfoque de lo que se dice (o no se dice).
Y los hay también que anteponen su influencia política, justamente, como constructores de realidades que ayudan o denostan a un proyecto político, gobierno, iniciativa de ley, elección, etc., etc.
Una simple flexión de voz o un sarcasmo que viene de un comunicador con cierta influencia puede hacernos mirar las cosas de una forma u otra, lo mismo que dejar de hacer visible una realidad por no convenir a los intereses de un medio o de sus socios comerciales o políticos. En este entramado, quienes están detrás de un micrófono, suelen ser sólo la punta del iceberg en las movedizas arenas de los intereses particulares del medio.
Y bueno, hay de todo, desde el fallecido locutor que pasó a la historia, no por su larga trayectoria como activista, sino por una sola de sus transmisiones donde hizo la gala de su falta de compromiso con la profesión en una estación de radio universitaria, denigrando a las mujeres, hasta quienes han perdido toda credibilidad antes sus audiencias o quienes protagonizan más un culto hacia su propia imagen.
Porque una cosa es tener tus propias ideas, reflexiones e incluso prejuicios (que todos los tenemos en mayor o menor grado) y otra muy diferente olvidar que tener un micrófono y trasmitir en un medio es una ocasión muy diferente a cuando estás en tu casa hablando con amigos. No deja de sorprenderme la facilidad con que algunas personas, detrás de micrófonos, hacen juicios sobre temas que desconocen y de los que no están informados, imprecisiones que están a la orden del día. Una poca preparación sobre el tema es lo menos que puede esperarse de alguien con tal responsabilidad.
Un ciudadano mal informado en las redes sociales amerita un consejo para mejorar sus fuentes de información y no creer o divulgar falsedades, pero una persona que está detrás de un micrófono emitiendo opiniones o informando y carece de la mínima información veraz, de fuentes directas, estaría faltando al estándar mínimo que se espera de su profesión.
Aun cuando se tratara de un programa de opiniones, informal, incluso de temas de entretenimiento, quienes están en un micrófono no hablan para sí mismos, hablan frente a otros a cuya inteligencia deben respeto.
Sobre todo ahora, cuando el reto son las audiencias más “empoderadas”, informadas por otras vías y expuestas a múltiples informaciones que pueden ser buenos puntos de referencia. Incluso un comunicador poco atinado sería más fácilmente detectado si exhibe como propias ideas de otros.
En torno a las noticias, por ejemplo, a veces no es posible distinguir entre información y opinión, se olvida que las audiencias tienen derecho a saber si lo que están recibiendo es una opinión o un hecho, diferencia básica pero fundamental para hacerse un juicio sobre algo o alguien.
Felizmente, recién ha venido cobrando fuerza el Derecho de los lectores, el Derecho a saber y el Derecho de todo aquel que es informado a través de un medio: el Derecho de las audiencias. Tan importante como el ya afamado Derecho de Réplica.
Y alegremente también los medios digitales independientes están abriendo brecha en México y el mundo con aportaciones críticas y documentadas relevantes, reportando hechos en lugar de opiniones, que seguro servirán para generar cambios positivos en la sociedad. Será difícil, por tanto, que los noticieros de radio y de televisión y quienes están detrás de cámaras y ante un micrófono, hagan oídos sordos o evadan ciertas informaciones que el público ya habrá conocido por medios alternos. Seguramente tendrán una estrategia para combatirlos, pero al menos, los ciudadanos habremos ganado en cuestión de pluralidad, me refiero desde luego, a informaciones serias, documentadas.
En mi opinión, cuando se está frente a un micrófono, como en muchas otras cosas que tienen que ver con la comunicación, se debe tener ante todo la conciencia del otro, del que escucha, de la diversidad de mentalidades, contextos, situaciones y culturas en que están inmersas las personas. De sobra estaría decir que existe una responsabilidad no sólo ética del que habla, sino profesional y tener presente que se está frente a audiencias más informadas y críticas, más inteligentes.
La crítica ya no viene en una sola dirección como antes (generalmente del que tiene el micrófono) sino también de las audiencias hacia el que habla o hacia el medio que lo cobija. De tal suerte que ¡ojo! Lo que decimos será cada vez más escrupulosamente valorado por quienes escuchan.
En cualquier caso, lo menos que se espera de quien habla a través de un micrófono y un medio, generalmente desde una pequeña e íntima cabina, es que pueda imaginar el impacto de lo que dice (y de lo que no dice) en cada lugar en donde alguien ha prestado oído para escucharlo.
Aquello de “agradecer el favor de su atención” que tanto se dice implica, ante todo, esa conciencia.