Ser periodista

La verdad es que yo me topé con esta profesión y oficio por casualidad. No era un campo que conociera previamente; no había en mi familia cercana alguien que me inspirara a decantarme por esta actividad, ni nada parecido.

En realidad, quería estudiar literatura, pero esa carrera no existía en el Mérida de entonces. Mis papás ni siquiera admitieron hipotéticamente que me permitirían ir a la Ciudad de México a estudiar lo que realmente quería. De manera que alguien me habló de este campo de estudio y pues pensé que quizás estaría emparentada con aquella otra profesión, imposible entonces para mí.

Así que me dejé llevar hacia el campo de la comunicación y más tarde del periodismo.

De ahí en adelante, además de los valiosos profesionales que tuve por maestros durante la carrera, encontré en el periodismo maestros del día a día que me ayudaron, siendo tan joven y una incipiente estudiante, al privilegiado arte, trabajo, oficio, profesión de reportear. Sí, porque en aquellos tiempos el periodista se hacía en la vida diaria, en el duro trabajo de ir tras la nota. Para mí nunca hubo una discusión sobre ser reportero o periodista: el periodista, que es el profesional del periodismo, tiene que pasar por el tamiz de la “reporteada”; a todo lo demás que fuere se le concebiría de otro modo: editorialista, columnista, presentador o presentadora de noticias, editor, etc etc

Como entonces no había redes sociales y el Google no era la herramienta que es ahora, acudíamos a los edificios donde se resguardaban lo documentos físicos que podían servirnos de base para escribir notas contundentes, que pasaran la prueba de la confirmación de lo que descubríamos, dejando sin posibilidad a quien pretendiera desmentirla.

Para mí esa era la fuerza que debía tener el periodista; además la reputación estaba de por medio.

Se trataba de un trabajo tan público puesto que la nota, reportaje o crónica iban firmadas hacia la vista de miles de lectores, que la equivocación o la pifia tendrían un costo elevadísimo.

En los primeros años de casi una década que ejercí el oficio, no sentí que se presentara ningún conflicto respecto de cómo debía cumplir el objetivo, el sentido de mi profesión: para mí siempre y sin ninguna duda, se trató de descubrir la verdad o lo más cercano a ella.

Sin saberlo, de algún modo usaba el método científico: se partía de una hipótesis y había que confirmarla o no. No siempre la nota resultaba de la confirmación de lo que se suponía y tampoco me parecía válido forzar los datos o interpretarlos para presentar dicha hipótesis como cierta.

Pero las historias también surgían de la especialización que se tenia del tema: había que hacerse especialista en lo que se quería contar, estudiar el tema y hablar con quienes estuvieran mejor informados. Sólo así, me parecía, era posible el objetivo: acercarse lo más posible a la verdad.

Es de esperarse que tan alta encomienda (siempre ví al periodismo como una profesión privilegiada que me permitía involucrarme directamente en situaciones complejas que otros solo conocerán por lecturas) tuviera aparejadas situaciones muy difíciles, duras a veces y amargas. Pero la luz de la verdad era suficiente para seguir adelante con más ánimo.

Tampoco tuve duda sobre en qué parte estaba yo, como periodista, de este proceso para llegar a la verdad o lo más cercano a ella. No era parte, no era víctima, era tan solo, el vehículo para mostrar las piezas del rompecabezas que construiría la verdad.

Para mí en esos años en los que tuve el privilegio de ejercer la profesión, el periodismo era una vía para describir de forma honesta, sin artificios y de primera mano, las realidades sociales que pueden ser terribles, pero que, contadas con un alto grado de humanismo, desvelan ante los ojos de quien la lee o la ve o la escucha, la historia fiel de lo que pasa ahí a donde no llegan nuestros ojos, gritos lejanos de personas y personajes que no podemos escuchar y realidades que jamás tendríamos oportunidad de conocer si no sólo a través de alguien dispuesto, preparado y profesional como debe ser un periodista. No un héroe, no un protagonista, no un militante, sino alguien dispuesto a ayudarnos a llegar a la verdad.

Vía de escape. María Fernanda Matus Martínez
Vía de escape. María Fernanda Matus Martínez

Written by Vía de escape. María Fernanda Matus Martínez

Soy una comunicadora experimentada, que disfruta y aprende durante el viaje. He sido periodista, estratega de comunicación para empresas públicas y privadas.

No responses yet