Una persona lógica
Me precio de ser una persona lógica, no es una presunción, es el tipo de rasgos que uno autodescubre a lo largo de la vida y que le son muy útiles. El pensamiento lógico me ha convenido para muchísimas cosas, entre ellas la educación de mi hija y con algo de estudio he podido reforzar esta capacidad con otros saberes.
Pero, por otro lado, esa lógica y algunos pocos conocimientos adquiridos por la experiencia y el estudio, me dificultaron algunas actividades de la vida diaria, tan sencillas como relacionarme con mi propia generación en diferentes etapas de mi vida. Sentía que hablaba un idioma distinto que a muchos no les interesaba en ese momento cuando trataba preocupaciones o temas que ahora sí son de interés público.
Pero el “emparejamiento” de mi pensamiento con el pensamiento prevaleciente era solo cuestión de tiempo.
Las cosas se han ido emparejando recientemente porque el conocimiento se ha extendido muchísimo y creo que la sociedad tiende a saber más y mejor, no siempre desde luego, pero es ilógico pensar que una persona quiera informarse mal o creer en una “fake news” motu proprio; si lo cree o cae en el consumo de conocimiento chatarra, lo haría por otros factores tales como sus pocas referencias informativas o un nulo o mínimo nivel de discriminación de fuentes informativas.
De ahí que la teoría de Darwin aplique hoy para quienes irán sobreviviendo al maremágnum informativo que nos caracteriza actualmente y, felizmente, irán creciendo en cuanto a sus habilidades para discriminar información.
No se vaya a creer que lo que digo es una forma positiva de ver la vida, podría interpretarse como tal, pero la realidad es que es una evolución lógica. De ahí mismo se desprende, entonces, la consecuencia de que habrá individuos a los que les costará más tiempo y esfuerzo salir de la confusión que implica la sobre información. O simplemente se rendirán y quedarán aislados de los grandes temas, relegándose únicamente a aquello que no les generen problemas de discriminación (de información).
Mis afirmaciones no están hechas a la ligera: sobran ejemplos de cómo el pensamiento social ha evolucionado incluso en un tiempo más corto del que se hubiera esperado: asuntos relativos a la conciencia ecológica se están volviendo comunes (en esto han ayudado algunas leyes y colectivos); la conciencia de la desigualdad y menosprecio que han vivido las mujeres es otro asunto que va a seguir permeando pese a algunas barreras.
Igualmente ha acelerado esta transformación del pensamiento el hecho de que las consecuencias de lo que hicimos mal las estamos viviendo ahora: los incendios de la Amazonia y de Australia son un ejemplo, al igual que las depresiones y mala alimentación de los niños en algunos países como el mío.
La costumbre de racionar la exposición de los niños y jóvenes a la tecnología es otra tendencia clarísima que traerá consecuencias muy probablemente positivas.
También está pasando con la alimentación sana, la educación, el cambio climático, la importancia de integrar a los adultos mayores a la sociedad, el trato digno a los animales y un largo etcétera.
Para mi esto representa el término de una espera y, si se llegara a concretar la visibilidad de la necesidad de la ética en todos los ámbitos, avanzaríamos a pasos más grandes hacia una compensación de los grandes errores que como individuos hemos estado cometiendo en muchos ámbitos que sobra decir porque nos lo sabemos muy bien: desde el daño a la tierra hasta el daño a los hijos por la falta de interés en educarlos.
La ética es otro rasgo que autodescubrí y que ha sido eje en varios aspectos de mi vida.
No soy ejemplo, no se vaya a pensar tal cosa, pero en términos generales lógica y ética se me han dado con facilidad y puedo distinguirlos claramente como puntos útiles de mejora.
Para ir concluyendo puedo ver con alegría auténtica que ahora se han visibilizado algunas de las cosas que anhelaba que las personas voltearan a ver hace 30 años.
Respecto a la educación y a las familias, particularmente el tema de los hijos que ha saltado al top de la discusión pública por hechos atroces que realizan menores, quisiera que las personas cayeran en la cuenta de lo necesario que es educar en un marco de ética, reconocer la falta de ella y actuar en consecuencia para corregir el camino propio y el de quienes tenemos a cargo.
Probablemente haya más personas ejerciendo acoso a compañeros en la escuela que víctimas y es lógico porque: a) el acoso funciona cuando un grupo grande lo ejerce o lo permite sobre un grupo minoritario o sobre un solo individuo; b) este grupo pone contra las cuerdas al acosado o acosados, dejándole, sutilmente, sin la posibilidad de defensa o de búsqueda de ayuda. Cuando se es adolescente es difícil que un acosado quiera ser tomado por “soplón” o por “Niño de papi o mami” al pedir la intervención de algunos de estos o de alguna autoridad escolar. Hay códigos que los adultos no entendemos o nos cuesta trabajo entender.
Por otro lado, nadie quiere reconocerse como acosador. Nunca he escuchado a un padre de un hijo acosador compartir su experiencia o la forma en que se vive “descubrir” que un hijo es acosador o participa o apoya al acosador y cómo remediarlo.
Tristemente también es lógico que no se puede dar lo que no se tiene, por lo tanto nunca viviremos en una sociedad ideal, pero al menos podríamos acercarnos a una sociedad ética y reproducir esos modelos en diferentes ámbitos de la vida diaria.