Ella

Pienso mucho en ella como Ella, es decir, no como mi madre, aunque es evidente que no podría ponerla en su justa dimensión y entenderla objetivamente debido a la miopía que me produce ser su hija y porque también me afecta para lograr esa visión el amor que le tengo a mi padre, que lo fue responsable y amoroso. Pero hago el esfuerzo, intento entender sin esas ataduras.

Sospecho que estaba inconforme, que vivía rabiosa frente al presente que no le dejaba salidas. Puedo inferir que no le quedaba más que asumir el papel de madre y esposa que fue entretejiendo su vida, que había sido tan desafortunada como niña en un hogar roto por la muerte de su madre, la pobreza extrema que no les permitía a ella y a sus hermanos acceder a los satisfactores mínimos y por la rígida dirección que su padre, egoísta, le había dado a sus vidas sin el menor interés en su bienestar como hijos, como niños.

Pasó de ese escenario, al que renunció fugándose de casa, al hogar que accidentadamente formó con mi padre. Seguro que hubo amor y en momentos, felicidad.

Armada de su perfeccionismo y ese coraje que sólo pueden entender aquellos que no han tenido nada, se plantó en el papel de madre y llevó la pesada carga que le tocaba más allá de lo que le era exigido, quemaba sus naves en cada jornada a costa de sus límites físicos y mentales. Hizo de todo al mismo tiempo que criaba a cinco hijas y a un hijo: vendió comida, arregló ropa, emprendió negocios. No podía permitirse descanso.

La vida en esos tiempos estaba muy lejos de ser miel sobre hojuelas, ahora sé que las frustraciones de su vida hacían crisis en nosotros, pero al agotarse el día se superaba todo. Vencida sólo unos momentos por el sueño, mi madre arribaba a quedarse quieta unas pocas horas que bastaban para regresar al otro día con más fuerza, seguir en pie de lucha, intentar cambiar el destino.

Además de todo lo que puede esperarse de una madre dispuesta a sacar adelante a la familia con todo lo que es capaz de dar, la mía retaba a la vida y la obligaba a recomponerse en nosotros, sus seis hijos, no siempre con un método, o más bien con el método muchas veces violento de la época, impensable en nuestros días, pero sí con el firme propósito, como una herida abierta, de no repetir su historia, de terminar en nosotros aquel infortunio que la había sumido en esa vida de trabajo, privaciones y quizás desamor.

Es posible que, si bien hubo amor, la felicidad de la pareja se haya debilitando a fuerza del desprecio, el engaño, de la violencia que probablemente también recibía en su vida de matrimonio y también, quizás, por el dolor latente que servía de alimento a su rebeldía.

No, esta no es la historia de una madre abnegada, pero intenta inferir la historia de la mía. Aunque sea sólo lo que puedo alcanzar a entender, desde este lado, a estas alturas y en mi pobre entendimiento de hija, muchos años después, cuando la vida nos da la oportunidad de asomarnos desde lejos y atisbar algo de lo que pudo haber sido.

Vía de escape. María Fernanda Matus Martínez
Vía de escape. María Fernanda Matus Martínez

Written by Vía de escape. María Fernanda Matus Martínez

Soy una comunicadora experimentada, que disfruta y aprende durante el viaje. He sido periodista, estratega de comunicación para empresas públicas y privadas.

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